Anteriormente hemos tocado una serie de puntos importantes en la mejora de la salud mental de todo ser humano, al tiempo que hablamos también sobre detalles y áreas de oportunidad que al ser atendidas, se traducirán en una vida más saludable, plena y de mayor disfrute para quien la vive. 

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Pero hay un tema importante a resaltar, uno que va más allá de los hábitos, el journaling, la vida en pareja, entre otros rubros que ya hemos tocado a lo largo de este blog: La espiritualidad. 

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A continuación y basándonos en una lectura antigua enteramente inclinada hacia el rubro espiritual, reflexionaremos sobre lo refiere una vida rica en espíritu para quien la vive; esto con la intención de que el lector se vislumbre como un ser integral, capaz de dominar y atender rubros distintos en su vida, así como sostener una una riqueza del alma que le permita mantener todos los demás esquemas de su vida en orden. 

Un poco de historia

Antes de compartir la lectura eje de este artículo, explicaré un poco de historia sobre la civilización tolteca, misma que se encuentra detrás del conocimiento que a continuación será transmitido. Los antecedentes sobre un hecho, o una lectura, nos permiten comprender mejor el contexto histórico donde sucedieron algunos relatos. 

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Los toltecas eran una civilización de científicos y artistas que formaron una sociedad para estudiar y conservar el conocimiento espiritual y las prácticas de sus antepasados, fueron una sociedad sumamente destacada en los esquemas que hoy conocemos como desarrollo humano. Formaron una comunidad de maestros (naguales), encargados de generar y transmitir conocimientos fundamentales dentro de su comunidad. Sin embargo, los toltecas se vieron forzados a esconder su sabiduría ancestral y a mantener su existencia en secreto, pero: ¿Por qué? En ese entonces, era necesario proteger el conocimiento de aquellos que no estaban preparados para utilizarlo con buen juicio. 

A pesar de los intentos de los toltecas por albergar en secreto sus conocimientos, éstos fueron conservados y transmitidos por generaciones, hasta el día de hoy, que llega a tus manos.  

Miguel Ruiz, un nagual de linaje, nos compartirá poderosas enseñanzas de la cultura tolteca, comenzando con la increíble lectura: Espejo humeante. 

Espejo humeante 

Esta historia tiene cerca de tres mil años de antigüedad, y comienza cuando un ser humano da cuenta de que todo lo que existe a su alrededor es un ser viviente y que la luz es la mensajera de la vida, porque la luz está viva y contiene toda la información. Este ser humano se percibe y reconoce a sí mismo por primera vez, entendiendo que aunque estaba hecho de estrellas, él no era esas estrellas; comprende que todo lo que existe es una manifestación del ser viviente al que llamamos Dios. Todas las cosas son Dios. 

“Lo que realmente somos es puro amor, pura luz” Dijo. Este hombre mira a su alrededor y ve a otros seres humanos. Se ve a sí mismo en todas las cosas, en cada ser persona, en cada animal y en cada árbol, se mira en el agua, en la lluvia, en las nubes y en la tierra. 

Al saberse parte de un todo, pudo comprobar que ya no emitía juicios sobre nada ni nadie. Ya no se parecía a nadie. 

Él los comprendía muy bien a todos, pero a él nadie lo comprendía. Lo creyeron una encarnación de Dios; al oírlos, él sonrió y dijo: “Es cierto. Soy Dios. Pero vosotros también lo sois. Todos somos iguales. Somos imágenes de luz. Somos Dios.”

La conciencia abrió los ojos de este hombre y algunas de las personas con las que él habló, no pudieron verse a sí mismos en él, porque había un muro de niebla o humo entre los espejos. 

Esta lectura tiene por nombre Espejo Humeante, para recordar siempre que la materia es un espejo y que el humo que hay en medio es lo que nos impide saber qué somos. 

Reflexiones y aprendizajes sobre Espejo Humeante 

Una vez leída la historia anterior, podemos reflexionar en que permitirnos formar parte de un todo y reconocernos a nosotros mismos como seres que formamos parte de una comunidad, nos permite reducir temas de ego y excesiva individualidad, de manera que lograremos desarrollarnos correctamente en sociedad, desde la humildad, el reconocimiento y el respeto hacia otras personas. 

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Por otro lado y sin importar la religión que profesamos, es necesario trabajar la vida espiritual y preguntarnos lo siguiente: ¿Quién soy? ¿Cómo siento y reconozco mi existencia? ¿Cómo me siento en el día a día?

Cuestionarnos y trabajar de la mano de la psicología para crecer en todos los aspectos, nos permitirá ayudarnos a nosotros mismos y a nuestra comunidad, ser agentes de cambio, compañeros que permitan a otros a crecer junto con nosotros mismos. 

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La reflexión constante, el autoconocimiento y las preguntas en torno a cómo nos sentimos, serán ejes fundamentales para no olvidarnos de atender el espíritu, mejorar la calidad de nuestra vida emocional y sobre todo, ahondar en los temas o criterios que normalmente pasamos por alto. 

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A veces estamos nublados o no nos permitimos reconocer de manera profunda nuestro entorno, ni a nosotros mismos, es por ello la metáfora del espejo humeante, que aunque nos permite vernos tal y como somos, puede verse nublado y afectado por el humo, aquel que nos nubla la claridad y no nos permite avanzar. ¿Cuántas veces hemos preferido nublarnos que enfrentar o reconocer aquello que no queremos ver? Ser claros y objetivos en cuanto a nuestros conceptos de la vida diaria, permitirnos reconocer defectos y virtudes personales, así como aprender a controlar el ego y el orgullo, nos ayudará a tener una vida más plena en el sentido espiritual. Sin importar la religión o creencia a la que estés inclinado, es necesario trabajar una vida personal y espiritual de la mano de los distintos grupos sociales, buscando el constante e importante crecimiento personal que refiere dedicar unas cuantas horas de nuestro día a día a pensar en nosotros mismos, en el estado de nuestro ánimo, alma y vida espiritual. 

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